El 10 de octubre es el día de la salud mental y aunque muchos no lo sepan, los trastornos mentales aparecen como una de las principales causas de carga de enfermedad global. A pesar de su magnitud, no son un tema prioritario en la agenda de políticas de salud pública en América Latina.

¿Qué entendemos por salud mental?

La salud mental se define como un estado de bienestar en el cual cada individuo logra alcanzar su potencial, puede contender con el stress normal de la vida, puede trabajar de forma fructífera y productiva y es capaz de contribuir a su comunidad.

La Organización Mundial de la Salud mide la carga de enfermedad global utilizando una formula compleja. Se miden los años de vida ajustados por discapacidad, es decir, combina los años perdidos de vida debido a muerte prematura y los años perdidos de vida debido al tiempo que una persona vive sin gozar de buena salud. Utilizando esta métrica, se estima que en el mundo el 23% de los años perdidos por discapacidad son causados por trastornos mentales y abuso de sustancias psicotrópicas.

Salud mental en los países en desarrollo

Hay una variación importante en la severidad de los trastornos mentales, desde aquellos que son leves y no requieren un tratamiento intenso, hasta los más severos y crónicos que necesitan asistencia permanente y manejo por equipos interdisciplinarios.

De acuerdo a un estudio realizado en base a la encuesta de salud mental de la OMS, se encontró que en los países en desarrollo, entre el 76.3% a 85.4% de los casos con enfermedad mental severa no recibía tratamiento alguno.

Treatment gap

Existe un escaso financiamiento para la salud mental en contraste con su gran impacto en la salud global. A esta situación se la llama la brecha de tratamiento o treatment gap. Si miramos, por ejemplo, el presupuesto que destina Estados Unidos en  salud global, vemos que menos del 1% se destina a enfermedades crónicas y entre las cuales se encuentra la salud mental. Es la sección más pequeña nominada  “otras”.

 

Sin financiamiento, sin políticas públicas

En mi opinión, hay varios factores que dan cuenta de la ausencia de políticas de salud que reflejen de manera adecuada la importancia de la salud mental:

  1. La inercia: observable en la dificultad de cambio de las instituciones, las cuales llevan décadas trabajando en los retos tradicionales, y no adaptan sus políticas a los cambios epidemiológicos actuales.
  2. Falta de modelo integral cuerpo- mente: la salud mental ha sido tradicionalmente relegada de la educación médica y por tanto muchos profesionales de la salud pública siguen teniendo ideas que no dan cuenta de un modelo integral de abordaje en las enfermedades crónicas. Histórica dualidad mente/cuerpo prevalente en occidente y que ha llevado a una psiquiatría sin cuerpo y una medicina sin mente.
  3. Escasa innovación en políticas y en planes de salud mental: que permita una mayor cobertura e integración con las demás actividades médicas en los distintos niveles de atención, pero en especial en el nivel primario, incluyendo programas de educación, promoción, prevención.

Afortunadamente, hay algunas buenas noticias. La OMS lanzó en 2008 un programa de acción para superar las brechas en salud mental y su nuevo plan de acción sobre salud mental 2013-2020 lleva el lema “no hay salud sin salud mental”. También en los nuevos objetivos de desarrollo sostenible, la salud mental será incluida como una nueva prioridad.

Sin embargo, para que la nueva perspectiva en salud pública se pueda aplicar, quienes trabajan en salud deben volver a mirar y repensar el tema de salud mental. Porque un sistema de salud que no incluya la adecuada detección y atención en salud mental es un sistema sin cobertura universal real.

¿Cuál es la situación de la salud mental en tu país?